sábado, 29 de diciembre de 2018

CAP II. LA NUEVA HUMANIDAD. E) EL PROGRAMA DEL REINO: LAS BIENAVENTURANZAS.

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La utopía del reino de Dios o sociedad nueva la concreta Jesús en las bienaventuranzas, en particular en las que presenta el Evangelio de Mateo (Mt 5,3-10 ). En ellas se formulan: a) las condiciones indispensables para que se vaya realizando la nueva sociedad; b) la liberación que su existencia va efectuando en la humanidad; c) las nuevas relaciones que crea, y d) la felicidad que proporciona.

a) Las condiciones para que se realice la nueva sociedad son dos: la renuncia a toda ambición, expresada en la opción por la pobreza (Mt 5,3: <<Dichosos los que eligen ser pobres>>), y la fidelidad a esa renuncia a pesar de la oposición que suscita (Mt 5,10: <<Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad>>).

La primera condición, la opción por la pobreza, es la puerta de entrada al reino de Dios, es decir, abre la posibilidad de una sociedad nueva, porque extirpa la raíz de la injusticia, la ambición humana, y rompe con los <<valores>> sobre los que se sustenta la vieja sociedad. La ambición lleva a la acumulación de riquezas y, como secuela, a la búsqueda del prestigio social y del dominio sobre otros, produciendo unas relaciones humanas basadas en la desigualdad, la opresión y la rivalidad (1 Tim 6,10 FALSOS MAESTROS. 6,2b-16.: <<la raíz de todos los males es el amor al dinero>>). La opción se inspira, pues, en el amor a la humanidad oprimida y el deseo de la justicia. Quita el obstáculo que impide la existencia de una sociedad justa y constituye la base indispensable para construirla. De ella nacerán la generosidad del compartir (Mt 6,22s  ), la igualdad, la libertad y la hermandad de todos.

Según Jesús, todo hombre se encuentra abocado a una opción entre Dios y el dinero, es decir, entre el amor y el egoísmo, entre el <<ser>> y el <<tener>>. Optar por la pobreza significa tomar partido por Dios y, con él, por el bien del hombre y la propia plenitud (Mt 6,24 par.; Col 3,5 3,5-17.: <<extirpad... la codicia, que es una idolatría>>).

No hay que confundir con la miseria la pobreza a la que invita Jesús; así lo demuestra la felicidad que él promete a los que hacen la opción (<<Dichosos...>>). Esta felicidad, a primera vista paradójica, estriba en que, según la expresión de Jesús, <<ésos tienen a Dios por Rey>>; Dios garantiza que cuantos han hecho esa opción gozarán de los medios necesarios para su desarrollo humano (Mt 6,25-33 par.).

La invitación de Jesús se hace en plural. No exhorta, por tanto, a una pobreza individual y ascética, sino a una decisión personal que ha de vivirse dentro de un grupo humano, constituyendo así el germen de la nueva sociedad. En ese ámbito se crean nuevas relaciones entre Dios y los hombres y entre los hombres mismos. Siguiendo el lenguaje metafórico, Dios reina sobre los hombres comunicándoles su Espíritu-vida, estableciendo la nueva relación Padre-hijo. De ese Espíritu, compartido por todos, nace la solidaridad-amor, que asegura tanto el sustento material como el pleno desarrollo personal.

La segunda condición, la fidelidad a la opción inicial a pesar de la  hostilidad que ésta provoca, expresa la coherencia de la conducta con dicha opción. Excluye, por tanto, todo lo que la desvirtúa y mantiene la plena ruptura con los fundamentos de toda sociedad injusta. Esa coherencia se vive dentro de un grupo que, por los valores que profesa, se opone diametralmente a esa sociedad, y cuya existencia socava los principios sobre los que ella se cimenta. Nada tiene de extraño que la sociedad reacciones con todos sus medios, incluida la violencia, e intente suprimir el estilo de vida que se deriva de la opción por la pobreza.

Todo grupo cristiano que no entre en conflicto con un ambiente social penetrado de los principios de la injusticia demuestra no estar viviendo la alternativa propuesta por Jesús.

La persecución, manifiesta o solapada; la presión social, los intentos de marginación, no han de ser para el grupo cristiano motivo de angustia o desesperanza (<<Dichosos...>>), porque en esa circunstancia experimentará de modo particularmente intenso la solicitud divina (<<porque ésos tienen a Dios por Rey>>), es decir, el amor y la fuerza del Espíritu, que es capaz de superar incluso la barrera de la muerte (Mt 5,11s).

b) En las bienaventuranzas de Mateo se asegura que la existencia del grupo alternativo que ha optado por la pobreza y se mantiene fiel a esa opción irá suscitando en la humanidad un movimiento liberador. Los oprimidos encontrarán en el nuevo tipo de relación humana una esperanza y una alternativa a su situación. La liberación se expresa de tres maneras: los que sufren por la opresión encontrarán el consuelo (Mt 5,4); los sometidos heredarán la tierra, es decir, gozarán de plena libertad e independencia (Mt 5,5); los que ansían justicia verán colmada su aspiración (Mt 5,6).

La comunidad alternativa, que existe por iniciativa divina y está animada y guiada por el Espíritu de Dios, va contribuyendo decisivamente a esta liberación, que constituye su principal tarea en el mundo.

c) Después de abrir el horizonte de la liberación, las bienaventuranzas describen las relaciones humanas propias de la nueva sociedad, que crean a su vez la verdadera relación con Dios. La comunidad alternativa se caracteriza por la solidaridad activa (Mt 5,7: <<Dichosos los que prestan ayuda>>), la sinceridad de conducta que nace de la ausencia de ambiciones (5,8: <<Dichosos los limpios de corazón>>) y la tarea de procurar la felicidad de los hombres (5,9: <<Dichosos los que trabajan por la paz>>), que resume su misión en el mundo.

Esta manera de ser y de comportarse establece con Dios una relación que se describe con tres rasgos: los que practican la solidaridad experimentarán la solidaridad de Dios con ellos (<<porque ésos recibirán ayuda>>); los que son transparentes por su sinceridad experimentarán la presencia inmediata y continua de Dios en su vida (<<porque ésos verán a Dios>>), y los que trabajan por la felicidad humana tendrán experiencia de Dios como Padre y lo harán presente en el mundo (<<porque Dios los llamará hijos suyos>>).

d) Frente a la falsa felicidad que promete la sociedad injusta, cifrada en la riqueza, el rango social y el dominio sobre los demás, la repetida proclamación que hace Jesús (<<Dichosos...>>) muestra que la verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa que permita y garantice el pleno desarrollo humano. La sociedad injusta centra la felicidad en el egoísmo y el triunfo personal; la alternativa de Jesús, en el amor y la entrega. Mientras la primera, a costa de la infelicidad de muchos, va creando la <<felicidad>> de unos pocos, cerrados en sí mismos e indiferentes al sufrimiento de los demás, en la sociedad nueva el esfuerzo se concentra en eliminar toda opresión, marginación e injusticia, procurando la solidaridad, la fraternidad y la libertad de todos.

De este modo, Jesús invita a romper con el sistema injusto y a esforzarse por crear la nueva relación humana, sin la cual es imposible la relación auténtica con Dios. Jesús proclama <<hijos de Dios>> a los que procuran la felicidad de los hombres, mostrando así que Dios es incompatible con la opresión, el sometimiento y la injusticia.

sábado, 1 de diciembre de 2018

CAP II. LA NUEVA HUMANIDAD. D) LA BUENA NOTICIA: EL REINADO DE DIOS.

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Los evangelios sinópticos resumen <<la buena noticia>> que Jesús proclama en el anuncio de la cercanía del <<reinado o reino de Dios>> (Mc 1,14s par.). Ambas expresiones designan una realidad nueva, la sociedad humana alternativa; la primera, <<el reinado de Dios>>, la considera desde el punto de vista de la acción de Dios sobre el hombre; la segunda, <<el reino de Dios>>, denota la consecuencia de esa acción divina, una sociedad digna del hombre.

Se insinúan así los dos aspectos de la nueva realidad: el cambio personal (aspecto individual) y el cambio de las relaciones humanas (aspecto social). Es decir, no habrá nueva sociedad si no existe un hombre nuevo. Dios renueva y potencia al hombre comunicándole su propia vida (el Espíritu); dotado de ella, es tarea y responsabilidad del hombre crear una sociedad verdaderamente humana (<<el reino de Dios>>).

El reino de Dios representa, pues, la alternativa a la sociedad injusta, proclama la esperanza de una vida nueva, afirma la posibilidad de cambio, formula la utopía. Por eso constituye la mejor noticia que se puede anunciar a la humanidad y, a partir de Jesús, la oferta permanente de Dios a los hombres, que espera de ellos respuesta. Su realización es siempre posible.

El primer paso para la creación de esa nueva sociedad es el cambio de vida (<<enmendaos>>) que pide Jesús en conexión con el anuncio del Reino; sin un cambio profundo de actitud por parte del hombre, que lo lleve a romper con el pasado de injusticia, no hay posibilidad alguna de empezar algo nuevo.

La exhortación a la enmienda muestra que, para ser realidad, el reino de Dios exige la colaboración del hombre. La enmienda no es más que un paso preliminar, que implica el descontento con la situación existente, tanto individual como social, y el deseo de cambio. Sólo los que sientan esa inquietud responderán positivamente a la invitación de Jesús.

Pero la opción del hombre por el reino de Dios no se queda en la ruptura con la injusticia, supone además un compromiso personal, como el que hizo Jesús en su bautismo de entregarse, por amor a la humanidad, a la tarea de crear una sociedad diferente. Como en el caso de Jesús, el compromiso de entrega a los demás pone al hombre en sintonía con Dios, y la respuesta de Dios es la comunicación de su Espíritu, es decir, la infusión al hombre de su fuerza de vida y amor, que lo capacita para esa tarea.

CAP II. LA NUEVA HUMANIDAD. C) EL FALSO MESIANISMO: LAS TENTACIONES.

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Los tres evangelios sinópticos, inmediatamente después del bautismo de Jesús, colocan la escena de las tentaciones (Mt 4,1-11 ; Mc 1,12-13  ; Lc 4,1-13 ). Con ella pretenden mostrar la antítesis del compromiso hecho por Jesús, es decir, las actitudes o ambiciones que pueden desvirtuarlo y hacer fracasar el proyecto de sociedad alternativa (<<el reino de Dios>>). Jesús no cederá a ninguna tentación, pero éstas quedan como una seria advertencia para todos sus seguidores. Todo el que quiera comprometerse en la línea de Jesús y colaborar en su tarea por el bien de la humanidad tendrá necesariamente que evitar caer en ellas.

Mateo y Lucas desarrollan las tentaciones; las tres que presentan compendian las desviaciones fundamentales. Examinemos su contenido:

La primera tentación (Mt 4,3s), que sigue al ayuno de Jesús, es la de utilizar su calidad de Hijo de Dios para satisfacer su hambre, sin tener en cuenta el designio divino (<<di que las piedras estas se conviertan en panes>>). Esta tentación implica utilizar las cualidades que uno posee para el propio beneficio, en vez de ponerlas al servicio de los demás. Al hacer caso omiso del plan de Dios, que es la solidaridad entre los hombres, la tentación invita a un ateísmo práctico.

El alimento material es necesario para mantener la vida física, pero Jesús advierte que existe además otro alimento superior (<<no sólo de pan vive el hombre>>) que, más allá de la necesidad física, satisface la aspiración del ser humano a la plenitud de vida, haciéndole crecer interiormente y llevándolo a su pleno desarrollo; así se realiza el plan de Dios. Son dos alimentos necesarios y complementarios. Renunciar al segundo para limitarse a procurar el primero sería el empobrecimiento definitivo del hombre (cf. Jn 6,26: <<No trabajéis por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura, dando una vida sin término>>).

Por otra parte, según el plan de Dios, el alimento necesario para el sustento de la vida física no se obtiene mediante prodigios, sino mediante el compartir inspirado por el amor (Mc 6,34-44  ;  8,1-9   par.). 

Si la respuesta de Jesús a la primera tentación ha mostrado que Dios es la garantía del desarrollo pleno del hombre, la segunda tentación (Mt 4,5-7) según el orden de Mateo (tercera en Lucas) propone un Dios alienante, porque infantiliza al hombre. La tentación invita a dejarlo todo en manos de Dios, renunciando a la reflexión y a la propia responsabilidad. Se trata en el fondo del fanatismo religioso, del providencialismo a ultranza que lleva a la anulación del hombre.

Esa actitud intenta poner a prueba a Dios (<<no tentarás al Señor tu Dios>>) apoyándose en un texto de la Escritura (Sal 91,11s ); le exige que intervenga en situaciones comprometidas creadas por la irresponsabilidad del hombre. Para Jesús, en cambio, el hombre es responsable tanto de su historia personal como de la historia del mundo.

La tentación toma pie de la Escritura, mostrando el peligro de una interpretación literalista de frases aisladas. Apelando a la Escritura se puede traicionar el proyecto de Dios; el recurso a ella no garantiza sin más la fidelidad a él.

La tentación propone además la idea de propagar el reinado de Dios por medio de señales espectaculares que aureolen la figura del Mesías (<<Tírate de ahí abajo>>). El aval divino (<<a sus ángeles ha dado órdenes...>>) impondría el reconocimiento y forzaría la adhesión incondicional de todos. Dios impediría así la libertad de opción de los hombres.

Jesús rechazará siempre esta tentación, expresada en el evangelio por aquellos que le piden señales prodigiosas (Mc 8,11-13 ; Mt 12,38-40; 16,1-4; Lc 8,14-21) y formulada también por quienes, en el momento decisivo de la cruz, lo invitan a bajar de ella como condición para creer en él (Mc 15,29-32   par.).

La tercera tentación (Mt 4,8-10, segunda en Lc) es la más radical: Satanás pide a Jesús que abandone a Dios y lo tome por dios a él mismo. Es la renuncia completa y descarada al compromiso mesiánico. La tentación consiste en ofrecer el dominio universal en todos sus aspectos (<<le mostró todos los reinos del mundo con su esplendor... Te daré todo eso si te postras y me rindes homenaje>>). El texto identifica la ambición de poder con el homenaje a Satanás; éste se convierte así en el símbolo del poder mismo, que tienta la ambición del hombre y lo aparta radicalmente de Dios. Cualquiera que incite a la obtención de ese poder encarna a Satanás; tal es el caso de Pedro, que se opone a la entrega de Jesús (Mt 16,22s ). 

Es la tentación más atrayente; la humanidad se deja arrastrar por el esplendor del poder. Quien lo ostenta, aparentemente tiene el éxito asegurado. Sin embargo, proponerse realizar la sociedad alternativa (<<el reinado de Dios>>) basándose en el dominio, el esplendor y la riqueza es un gravísimo engaño, porque equivale a impedir radicalmente la plenitud humana (<<el proyecto de Dios>>).

Todo poder que oprima al hombre anulando o limitando su libertad es enemigo del hombre y, por tanto, de Dios. No importa a quién lo detente; allí donde existe, el plan de Dios fracasa.

Jesús rechaza la tentación de manera tajante (<<Vete, Satanás>>) y en ningún caso se deja atrapar por ella (cf. Jn 6,15 ). Además, previene severamente a los discípulos contra toda ambición de preeminencia y dominio (Mc 9,33-37 ; 10,42-45 y paralelo).

Las respuestas de Jesús a las tentaciones muestran los rasgos propios de los seguidores de Jesús: la fidelidad a Dios entendida como servicio y entrega a los hombres, la reflexión y la responsabilidad personales en ese servicio y la exclusión de todo afán de dominio sobre los demás.

Queda así claro desde el principio que la nueva sociedad, el reinado de Dios, se funda sobre la solidaridad, excluye el fanatismo religioso y no se va a implantar mediante la violencia, el dominio o la guerra, que el Mesías no va a ser un general triunfador ni un caudillo nacionalista. Más aún, que usar el poder y el esplendor (honor, dominio, riqueza) para llevar adelante la liberación de la humanidad significa impedirla y frustrarla.