sábado, 1 de diciembre de 2018

CAP II. LA NUEVA HUMANIDAD. C) EL FALSO MESIANISMO: LAS TENTACIONES.

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Los tres evangelios sinópticos, inmediatamente después del bautismo de Jesús, colocan la escena de las tentaciones (Mt 4,1-11 ; Mc 1,12-13  ; Lc 4,1-13 ). Con ella pretenden mostrar la antítesis del compromiso hecho por Jesús, es decir, las actitudes o ambiciones que pueden desvirtuarlo y hacer fracasar el proyecto de sociedad alternativa (<<el reino de Dios>>). Jesús no cederá a ninguna tentación, pero éstas quedan como una seria advertencia para todos sus seguidores. Todo el que quiera comprometerse en la línea de Jesús y colaborar en su tarea por el bien de la humanidad tendrá necesariamente que evitar caer en ellas.

Mateo y Lucas desarrollan las tentaciones; las tres que presentan compendian las desviaciones fundamentales. Examinemos su contenido:

La primera tentación (Mt 4,3s), que sigue al ayuno de Jesús, es la de utilizar su calidad de Hijo de Dios para satisfacer su hambre, sin tener en cuenta el designio divino (<<di que las piedras estas se conviertan en panes>>). Esta tentación implica utilizar las cualidades que uno posee para el propio beneficio, en vez de ponerlas al servicio de los demás. Al hacer caso omiso del plan de Dios, que es la solidaridad entre los hombres, la tentación invita a un ateísmo práctico.

El alimento material es necesario para mantener la vida física, pero Jesús advierte que existe además otro alimento superior (<<no sólo de pan vive el hombre>>) que, más allá de la necesidad física, satisface la aspiración del ser humano a la plenitud de vida, haciéndole crecer interiormente y llevándolo a su pleno desarrollo; así se realiza el plan de Dios. Son dos alimentos necesarios y complementarios. Renunciar al segundo para limitarse a procurar el primero sería el empobrecimiento definitivo del hombre (cf. Jn 6,26: <<No trabajéis por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura, dando una vida sin término>>).

Por otra parte, según el plan de Dios, el alimento necesario para el sustento de la vida física no se obtiene mediante prodigios, sino mediante el compartir inspirado por el amor (Mc 6,34-44  ;  8,1-9   par.). 

Si la respuesta de Jesús a la primera tentación ha mostrado que Dios es la garantía del desarrollo pleno del hombre, la segunda tentación (Mt 4,5-7) según el orden de Mateo (tercera en Lucas) propone un Dios alienante, porque infantiliza al hombre. La tentación invita a dejarlo todo en manos de Dios, renunciando a la reflexión y a la propia responsabilidad. Se trata en el fondo del fanatismo religioso, del providencialismo a ultranza que lleva a la anulación del hombre.

Esa actitud intenta poner a prueba a Dios (<<no tentarás al Señor tu Dios>>) apoyándose en un texto de la Escritura (Sal 91,11s ); le exige que intervenga en situaciones comprometidas creadas por la irresponsabilidad del hombre. Para Jesús, en cambio, el hombre es responsable tanto de su historia personal como de la historia del mundo.

La tentación toma pie de la Escritura, mostrando el peligro de una interpretación literalista de frases aisladas. Apelando a la Escritura se puede traicionar el proyecto de Dios; el recurso a ella no garantiza sin más la fidelidad a él.

La tentación propone además la idea de propagar el reinado de Dios por medio de señales espectaculares que aureolen la figura del Mesías (<<Tírate de ahí abajo>>). El aval divino (<<a sus ángeles ha dado órdenes...>>) impondría el reconocimiento y forzaría la adhesión incondicional de todos. Dios impediría así la libertad de opción de los hombres.

Jesús rechazará siempre esta tentación, expresada en el evangelio por aquellos que le piden señales prodigiosas (Mc 8,11-13 ; Mt 12,38-40; 16,1-4; Lc 8,14-21) y formulada también por quienes, en el momento decisivo de la cruz, lo invitan a bajar de ella como condición para creer en él (Mc 15,29-32   par.).

La tercera tentación (Mt 4,8-10, segunda en Lc) es la más radical: Satanás pide a Jesús que abandone a Dios y lo tome por dios a él mismo. Es la renuncia completa y descarada al compromiso mesiánico. La tentación consiste en ofrecer el dominio universal en todos sus aspectos (<<le mostró todos los reinos del mundo con su esplendor... Te daré todo eso si te postras y me rindes homenaje>>). El texto identifica la ambición de poder con el homenaje a Satanás; éste se convierte así en el símbolo del poder mismo, que tienta la ambición del hombre y lo aparta radicalmente de Dios. Cualquiera que incite a la obtención de ese poder encarna a Satanás; tal es el caso de Pedro, que se opone a la entrega de Jesús (Mt 16,22s ). 

Es la tentación más atrayente; la humanidad se deja arrastrar por el esplendor del poder. Quien lo ostenta, aparentemente tiene el éxito asegurado. Sin embargo, proponerse realizar la sociedad alternativa (<<el reinado de Dios>>) basándose en el dominio, el esplendor y la riqueza es un gravísimo engaño, porque equivale a impedir radicalmente la plenitud humana (<<el proyecto de Dios>>).

Todo poder que oprima al hombre anulando o limitando su libertad es enemigo del hombre y, por tanto, de Dios. No importa a quién lo detente; allí donde existe, el plan de Dios fracasa.

Jesús rechaza la tentación de manera tajante (<<Vete, Satanás>>) y en ningún caso se deja atrapar por ella (cf. Jn 6,15 ). Además, previene severamente a los discípulos contra toda ambición de preeminencia y dominio (Mc 9,33-37 ; 10,42-45 y paralelo).

Las respuestas de Jesús a las tentaciones muestran los rasgos propios de los seguidores de Jesús: la fidelidad a Dios entendida como servicio y entrega a los hombres, la reflexión y la responsabilidad personales en ese servicio y la exclusión de todo afán de dominio sobre los demás.

Queda así claro desde el principio que la nueva sociedad, el reinado de Dios, se funda sobre la solidaridad, excluye el fanatismo religioso y no se va a implantar mediante la violencia, el dominio o la guerra, que el Mesías no va a ser un general triunfador ni un caudillo nacionalista. Más aún, que usar el poder y el esplendor (honor, dominio, riqueza) para llevar adelante la liberación de la humanidad significa impedirla y frustrarla.


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