Los evangelios sinópticos resumen <<la buena noticia>> que Jesús proclama en el anuncio de la cercanía del <<reinado o reino de Dios>> (Mc 1,14s par.14-15., Evangelio de Marcos. Puente. El pregón de la buena noticia. 1). Ambas expresiones designan una realidad nueva, la sociedad humana alternativa; la primera, <<el reinado de Dios>>, la considera desde el punto de vista de la acción de Dios sobre el hombre; la segunda, <<el reino de Dios>>, denota la consecuencia de esa acción divina, una sociedad digna del hombre.
Se insinúan así los dos aspectos de la nueva realidad: el cambio personal (aspecto individual) y el cambio de las relaciones humanas (aspecto social). Es decir, no habrá nueva sociedad si no existe un hombre nuevo. Dios renueva y potencia al hombre comunicándole su propia vida (el Espíritu); dotado de ella, es tarea y responsabilidad del hombre crear una sociedad verdaderamente humana (<<el reino de Dios>>).
El reino de Dios representa, pues, la alternativa a la sociedad injusta, proclama la esperanza de una vida nueva, afirma la posibilidad de cambio, formula la utopía. Por eso constituye la mejor noticia que se puede anunciar a la humanidad y, a partir de Jesús, la oferta permanente de Dios a los hombres, que espera de ellos respuesta. Su realización es siempre posible.
El primer paso para la creación de esa nueva sociedad es el cambio de vida (<<enmendaos>>) que pide Jesús en conexión con el anuncio del Reino; sin un cambio profundo de actitud por parte del hombre, que lo lleve a romper con el pasado de injusticia, no hay posibilidad alguna de empezar algo nuevo.
La exhortación a la enmienda muestra que, para ser realidad, el reino de Dios exige la colaboración del hombre. La enmienda no es más que un paso preliminar, que implica el descontento con la situación existente, tanto individual como social, y el deseo de cambio. Sólo los que sientan esa inquietud responderán positivamente a la invitación de Jesús.
Pero la opción del hombre por el reino de Dios no se queda en la ruptura con la injusticia, supone además un compromiso personal, como el que hizo Jesús en su bautismo de entregarse, por amor a la humanidad, a la tarea de crear una sociedad diferente. Como en el caso de Jesús, el compromiso de entrega a los demás pone al hombre en sintonía con Dios, y la respuesta de Dios es la comunicación de su Espíritu, es decir, la infusión al hombre de su fuerza de vida y amor, que lo capacita para esa tarea.
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