sábado, 11 de mayo de 2019

CAP IV. EL DIOS DE JESÚS. D) EL CONOCIMIENTO DE DIOS.

Si Dios es amor, sólo puede ser verdaderamente conocido a través de la experiencia del amor. Todo amor procede de Dios (1 Jn 4,7) y, por tanto, todo amor revela de algún modo a Dios. Se entabla la relación con él cuando se reconoce como origen y fuente del amor.

No se adquiere, por tanto, el conocimiento de Dios a través de la pura inteligencia ni de la lucubración sobre su ser. En eso radica el defecto del Dios de los filósofos (1 Jn 4,8: <<El que no ama no tiene idea de Dios, porque Dios es amor>>). La experiencia del amor de Dios al hombre se tiene a través de la comunicación del Espíritu, tanto más plena cuanto más libre de obstáculos esté el que lo recibe.

La experiencia del amor de Dios, que hace comprender que Dios es Padre, puede alcanzarse de diversas maneras. Según el Evangelio de Juan, se deriva de la práctica del amor a los demás (Jn 8,31s: <<Vosotros, para ser de verdad mis discípulos, tenéis que ateneros a ese mensaje mío; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres>>). La práctica del mensaje es la del amor, rompiendo con las vinculaciones a la injusticia. Es decir, la sintonía con Dios que produce la práctica del amor hace que Dios comunique al hombre su Espíritu (Jn 14,6: <<el Espíritu de la verdad>>). La verdad que se conoce versa sobre lo que es Dios. Es entonces cuando el hombre pierde el miedo a Dios, que no aparece ya como Soberano dominador e imperioso, sino como Padre en cuyo amor se puede confiar siempre y sin límite. Esta es la verdad que hace libres.

La experiencia se concreta en un cambio de relación con Dios, consigo mismo y con el mundo. La nueva relación con Dios como Padre da, además de la libertad, la seguridad interior, sabiendo que el Padre es puro amor y que está siempre a favor del hombre. La nueva relación consigo mismo se deriva de la aceptación hecha por el Padre; resulta en la aceptación de la propia realidad por parte del hombre y en la ampliación de su horizonte existencial, que lo define como hijo de Dios (1 Jn 3,2: <<Amigos míos, hijos de Dios lo somos ya, aunque todavía no se ha manifestado lo que vamos a ser>>). La nueva relación con los demás hombres se basa en ser también ellos objeto del amor del Padre (1 Jn 5,1: <<Quien ama al que da el ser ama también a todo el que ha nacido de él>>).

La experiencia puede ser instantánea o paulatina, viva o apenas perceptible, pero su realidad y su autenticidad se miden siempre por el cambio que provoca en la relación con los demás (1 Jn 3,14: <<Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos>>; 3,17: <<SI uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?>>).

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