domingo, 21 de abril de 2019

CAP IV. EL DIOS DE JESÚS C) LENGUAJE ARCAICO SOBRE DIOS.

Existen en el NT numerosas formulaciones que parecen contradecir la novedad del Dios de Jesús que acabamos de exponer.

Así, por ejemplo, hay casos donde Jesús predice el juicio condenatorio o la ruina a los que se oponen o no cumplen  el designio de Dios. Unas veces se trata de ser condenado al fuego: Mt 7,19: <<Todo árbol que no da fruto bueno se corta y se echa al fuego>>; Mc 9,43-48: <<Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida, que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible...>>; Mt 25,41: <<Apartaos de mí, malditos, id al fuego perenne, preparado para el diablo y sus ángeles>>; cf. Mt 13,42.50; Jn 15,6: <<SI uno no sigue conmigo, lo tiran fuera como al sarmiento, y se seca; los recogen, los echan al fuego y se queman.>>

Otras veces se castiga con la expulsión a las tinieblas: Mt 25,30: <<Y a ese empleado inútil, echadlo fuera, a las tinieblas: allí será el llanto y el rechinar de dientes>> (cf. Mt 8,12; 22,13).

Se amenaza con la destrucción a la nación judía o a la ciudad de Jerusalén: Mc 12,9: <<¿Qué hará el dueño de la viña? Irá a acabar con esos labradores y dará la viña a otros>>; Mt 22,7: <<El rey montó en cólera y envió tropas que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a su ciudad>>; Lc 19,27: <<A esos enemigos míos que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia>>; 13,3.5: <<...si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis también>>. En algunos casos, la amenaza se dirige a ciudades que rechazan el mensaje de Jesús: Mt 11,24: <<El día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti [Cafarnaún]>>; cf. 11,22; Lc 10,12.14s.

En otras ocasiones, Jesús sentencia la separación definitiva: Mt 7,23: <<Entonces yo les declararé: "Nunca os he conocido; lejos de mí los que practicáis la iniquidad.">> Mt 25,12: <<Os aseguro que no sé quienes sois>>. Lc 13,25: <<Una vez que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, por mucho que llamáis a la puerta desde fuera diciendo: "Señor, ábrenos", él os replicará: "No sé quiénes sois".>>

La destrucción o el castigo pueden tomar otras formas. Así aparece en Mt 18,34s: <<Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda. Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano>>, y en Mt 21,44: <<El que caiga sobre esa piedra, se estrellará y si ella cae sobre alguno, lo hará trizas>>.

En todos estos textos y en otros que podrían citarse se emplea un lenguaje simbólico. Para interpretarlos es necesario distinguir entre las formulaciones usadas por los escritores y el mensaje que quieren transmitir. Las primeras pertenecen a un sistema simbólico-conceptual propio de la época y de la cultura del escritor; es un lenguaje que tiene solamente la función de instrumento y que no ha de ser confundido con el mensaje contenido en él.

Aplicando este principio a los textos anteriormente citados, habría que decir que las diversas figuras de amenaza o castigo que aparecen en ellos y que resultan tan hirientes para la sensibilidad moderna pretenden transmitir solamente este contenido: que el hombre o el pueblo que rechaza el mensaje de vida se condena él mismo al fracaso existencial o a la ruina. Así, Marcos aplica el concepto del <<fuego del quemadero>> (<<la gehenna>>) para describir la autodestrucción del discípulo que se deja arrastrar por sus ambiciones (Mc 9,43-49).

Atribuir a Dios o a Jesús el castigo o el rechazo del <<pecador>> es una manera arcaica de hablar, que continúa la del Antiguo Testamento. Pablo, por ejemplo, apoyándose en Dt 32,35, menciona <<la venganza>>, <<ira>> o <<castigo>> de Dios (Rom 12,19); tomando pie de Is 45,23, habla del juicio divino para los cristianos (Rom 14,10s). De modo parecido, el autor de la carta a los Hebreos (Heb 10,30s). Este último concibe la persecución como una corrección de Dios a la comunidad (Heb 12,5s), aplicando el texto de Prov 3,11s.

En general, puede decirse que la tendencia primitiva era atribuir a la acción divina todo lo que sucede al hombre y en el mundo; se hacía una teologización de la historia (lenguaje arcaico). Poco a poco, el hombre fue comprendiendo las relaciones de unos sucesos con otros, su propia responsabilidad y las consecuencias inevitables de sus opciones; fue descubriendo la lógica de la historia y, en particular, la del mal.

Por eso, en el NT un mismo autor puede formular el mismo suceso con lenguaje teológico arcaico o con lenguaje existencial, según la circunstancia y los oyentes. Así, como se ha visto, Marcos, en la parábola de los viñadores homicidas (12,1-9), siguiendo la lógica del relato, describe la futura destrucción de Jerusalén y de la nación judía como una acción divina (12,9). En cambio, en 13,14-23, donde trata precisamente de esa ruina, no la atribuye a Dios, considera que es la consecuencia histórica de la infidelidad de los dirigentes y pueblo judío, que han rechazado el camino de la paz y de la justicia propuesto por Jesús y han mantenido el espíritu de violencia, anulando así el plan de Dios sobre ellos.

El concepto de <<juicio divino>> sobre las acciones humanas (Mt 11,22-24; 12,36.41s; 19,28 par.; 25,31-46; Mc 12,40, única vez; Lc 10,12-15; Rom 2,16; 14,10-12; 2 Tes 1,5, etcétera) es una manera teológica de formular la responsabilidad que compete al hombre de sus propios actos y opciones. Juan lo afirma muy claramente: <<El que le presta adhesión [a Jesús] no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en su calidad de Hijo único de Dios>> (Jn 3,18); <<quien escucha mi mensaje y así da fe al que me envió, posee vida definitiva y no está sujeto a juicio: ya ha pasado de la muerte a la vida>> (5,24).

Como se ve, es el hombre mismo quien redacta su sentencia, y ésta no es más que la consecuencia de las opciones que ha hecho. Quien opta por el amor / vida tendrá vida para siempre; quien opta contra el amor / vida no tendrá más que muerte. En este sentido, la potestad de dar sentencia que el Padre delega en el Hijo (Jn 5,27) significa que éste ratifica la sentencia que el hombre mismo se ha dado. Disponiendo de la vida, como el Padre (Jn 5,26), la sentencia consiste en no poder comunicar vida al que, por su opción obstinada y definitiva contra ella, la rechaza.

La formulación de la suerte final del hombre en categoría de <<juicio divino>> subraya la responsabilidad que conllevan los actos humanos. La apelación a la instancia divina expresa como inevitable y superior a la voluntad humana la vinculación existente entre los actos y sus consecuencias.

Términos  pertenecientes a un lenguaje arcaico son también los de <<siervo de Dios>> o <<servir a Dios>>. En el AT, el pueblo de Israel era llamado <<siervo de Dios>>, y lo mismo sus dirigentes y profetas. Por haber sido educados en la piedad judía, Pablo y otros autores de las cartas lo utilizan a veces refieriéndose a ellos mismos (Rom 1,1; Flp 1,1; Tit 1,1; Sant 1,1; 2 Pe 1,1; Jud 1; cf. Ap 1,1; Hch 20,19; Rom 12, 11; 14,18; 16,18; 1 Tes 1,9, etc). Nunca aparece el término en las cartas de Juan, y en el Evangelio se dice expresamente que Jesús no llama a los suyos <<siervos>>, sino <<amigos>> (Jn 15,13.15; cf. Mc 2,19 par.; Lc 12,4). De las dos formulaciones, sólo la segunda refleja el cambio de relación entre Dios y los hombres, manifestado en la nueva relación de los discípulos con Jesús.


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