domingo, 21 de abril de 2019

CAP IV. EL DIOS DE JESÚS. B) LA NOVEDAD DE JESÚS: EL DIOS-AMOR. 8. Un Dios dinámico.

Otro atributo tradicional de Dios, que queda matizado por la realidad del Dios-amor, es el de su inmutabilidad. El Dios-amor es inmutable en el sentido de que nunca cesa de amar, pero, por la naturaleza misma del amor, no puede contemplar impasible la historia de la humanidad, sin participar ni comprometerse con ella; es decir, no puede ser un Dios estático.

Como se ha visto, el evangelista Juan define a Dios de esta manera: <<Dios es Espíritu>> (4,24). El término <<espíritu>> expresa dinamismo; originalmente era sinónimo de <<viento>>, significado que se prestaba fácilmente para simbolizar una fuerza impulsora invisible. Definir a Dios como <<espíritu>> equivale a decir que Dios es una fuerza, un dinamismo de amor y vida en constante actividad.

La obra inicial de ese dinamismo es la creación, en la que se explaya el amor divino. Y el Dios-Espíritu la acompaña en su historia impulsándola hacia la plenitud, que será la culminación de su proyecto.

En los evangelios sinópticos, el dinamismo divino se expresa ante todo en la idea del reinado de DIos, que significa en primer lugar la realización del hombre nuevo (aspecto individual), cuya tarea ha de ser la creación de una sociedad nueva que permita el pleno desarrollo humano (<<el reino de Dios>>, aspecto social). Tal es el proyecto divino para la humanidad.

Ahora bien: el reinado de Dios es la propuesta de futuro que hace Jesús (Mc 1,15: <<el reinado de Dios está cerca>>). Dios debe y quiere ser el Rey del universo. Esta expresión, perteneciente a la cultura antigua, significa en nuestro lenguaje que Dios es la fuente del amor, el dador de la vida definitiva, el que garantiza el éxito de la empresa humana, que es la suya. Dios reina haciendo al hombre semejante a él.

Otra manera de expresar esta realidad de Dios es el apelativo <<Padre>>, que significa igualmente el que por amor comunica al hombre su propia vida. De hecho, como aparece en el <<Padre nuestro>>, el reinado que debe llegar es el del Padre (Mt 6,9-10).

Que el reinado de Dios sea una propuesta de futuro significa que no está realizado y, por consiguiente, que el amor de Dios no ha encontrado aún plena respuesta. El dinamismo del amor de Dios no ha conseguido aún llenar el ámbito que le corresponde, la creación entera; por ello sigue desplegando su eficacia y realizando su comunicación.

El deseo del Dios-amor por realizar su proyecto se expresa en las peticiones del <<Padre Nuestro>>: <<llegue tu reinado, realícese en la tierra tu designio del cielo>>. Al recomendar a los discípulos que pidan esto, Jesús indica que es deseo del Padre concederlo.

En realidad, lo que se pide no es la intervención unilateral del Padre en la historia humana. Las peticiones, que nacen de una experiencia, son al mismo tiempo deseo y compromiso. Los discípulos, que, por la experiencia del Espíritu, viven ya en cierta medida el reinado de Dios sobre ellos y constituyen el núcleo de la sociedad nueva, desean que la misma realidad se extienda a la humanidad entera y se comprometen a trabajar para conseguirlo. Para eso piden la ayuda del Padre, es decir, piden que su amor sea acicate en la historia humana, el motor oculto de su realización.

Para hacer realidad esta propuesta de futuro Jesús exhorta a cambiar de vida, es decir, a suprimir la injusticia personal, como condición previa para responder al amor de Dios (Mc 1,15: <<enmendaos>>). Si los hombres se cierran a esta exhortación, se frustra el ofrecimiento de Jesús y se bloquea la realización del proyecto. Al mismo tiempo exhorta a mantener viva la esperanza en la utopía final (Mc 1,15: <<tened fe en esta buena noticia>>), mostrando que se trata de un largo proceso.

Jesús, el Hombre nuevo, constituye, a nivel individual, la realización del proyecto de Dios. El Padre ha encontrado en él una respuesta plena, pudiendo desplegar en su persona todo su dinamismo de amor. Jesús anticipa así el destino del hombre, es la primacía de la creación acabada, de la humanidad nueva. La adhesión a él garantiza la realización del proyecto divino.

Mientras el proyecto de Dios, la condición divina de la humanidad, no esté realizado, no ha terminado la tarea de Dios en la historia (Jn 5,17: <<Mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando y yo también trabajo>>). Esto significa que, en alguna medida, mientras la humanidad no dé una respuesta plena a su amor, Dios está como incompleto, porque su amor no está colmado. De este modo, podría decirse que Dios no llegará a ser plenamente Padre hasta que el hombre no sea plenamente hijo.

Esta es la idea que expresa Pablo en 1 Cor 15,28: <<Y cuando el universo le quede sometido [al Hijo], entonces también el Hijo se someterá al que se lo sometió, y Dios lo será todo en todos.>> Como en los sinópticos, la imagen del dominio regio que Pablo utiliza expresa en realidad la renovación de la humanidad por el amor, fruto de su adhesión a Jesús. Según la expresión de Pablo, cuando esto ocurra, Jesús ofrecerá al Padre esta respuesta plena de la humanidad, y será entonces cuando el Dios-amor se encuentre colmado, alcanzando a ser <<todo en todos>>.

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