La distinción entre puro e impuro, que imponía incesantes ritos purificatorios, y la multiplicación y complejidad de los preceptos religiosos creaban en el pueblo un profundo sentido de indignidad y culpa delante de Dios. La relación con él se veía continuamente amenazada; incluso actos fisiológicos tan normales como la mestruación o el parto alejaban de Dios y obligaban a purificarse. El desprecio que letrados y fariseos sentían por la masa del pueblo, incapaz de ser fiel a tantas minucias de observancia religiosa (Jn 7,49 El tiempo de la salvación. Invitación y urgencia. ), achacando los males de la nación a castigo de Dios por esa infidelidad, acrecentaba el sentido de culpa.
El pasaje de las bodas de Caná (Jn 2,1-11 Caná, sustitución de la alianza. Jn 2,1-12) presenta precisamente de manera figurada al pueblo de la antigua alianza (la boda) dominado por un sentimiento de culpa (las seis enormes tinajas destinadas al agua de la purificación) que le impide la experiencia del amor de Dios (<<no tienen vino>>). Jesús muestra el vacío y la inutilidad de los ritos purificatorios (las tinajas no contienen agua) y hace gustar el amor de Dios (el vino de calidad, el Espíritu) que será comunicado como fruto de su muerte (<<su hora>>). El Dios-amor es todo lo contrario del Dios de la Ley; nunca separa al hombre de él ni cesa de ofrecerle su amor; no humilla al hombre, lo dignifica haciéndolo semejante a él.
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