Los saduceos tomaban su nombre del sumo sacerdote en tiempo del rey Salomón, Sadoc, del que las grandes familias sacerdotales pretendían descender. Constituían una facción compuesta por las dos aristocracias, civil y sacerdotal. Representaban, por tanto, el poder económico y, por su posición en el Gran Consejo y en el templo, detentaban también el poder político y religioso de la nación. Eran muy conservadores en lo religioso (admitían la Escritura, pero no los desarrollos de las escuelas fariseas) y lo mismo en lo político, pero abiertos al influjo de la cultura griega helenística. Se adaptaban al dominio romano; habían llegado a una componenda, una especie de concordato no escrito: ellos procuraban mantener el orden, en el que ocupaban los puestos dirigentes, para que así los romanos los dejasen tranquilos. Habían renunciado a todo ideal que no fuese mantener la situación en que se encontraban, en la que gozaban de cierto margen de libertad y podían llevar la administración religiosa y política del país. Eran materialistas y, en consecuencia, políticamente <<realistas>>: aceptaban la injusticia del dominio extranjero con tal de no comprometer su posición ni poner en peligro su poder.
Pretendiendo ser fieles al contenido original del AT, rechazaban la doctrina farisea de la resurrección de los muertos y los premios en la vida futura, así como cualquier tipo de supervivencia personal; negaban también la existencia de ángeles o espíritus. Por otra parte, sostenían que el bien y el mal dependen exclusivamente de la elección del hombre y, en consecuencia, que Dios no ejerce influjo alguno sobre las acciones humanas, sino que es el mismo hombre el causante de su propia fortuna o desgracia. Su horizonte, limitado a la vida terrena, los llevaba a sacar el mayor partido posible de ella. Su postura religiosa no era más que la justificación de su situación de poder.
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