La última corriente importante era la de los nacionalistas fanáticos (<<zelotas>>), que constituían grupos clandestinos de resistencia.
La resistencia había empezado inmediatamente después de la muerte de Herodes el Grande (año 4 a. C). Uno de sus sucesores, Arquelao, poco antes de marchar a Roma para conseguir de Augusto el título de rey, tuvo que enfrentarse a una rebelión popular en Jerusalén, que él reprimió violentamente. Tras su marcha, volvieron a sublevarse los judíos, y, para sofocar la revuelta y restablecer el orden, tuvo que acudir Varo, el legado de Siria, quien, para garantizar la paz, antes de volverse a Antioquía, su lugar de residencia, dejó en Jerusalén una de sus legiones.
Mientras se tramitaba en Roma la sucesión de Herodes, el emperador nombró a Sabino procurador de Judea, y la opresión a que sometía al pueblo causó una nueva revuelta con ocasión de la fiesta de Pentecostés. La cosa llegó al punto de que los romanos se vieron obligados a conquistar la colina sobre la que se asentaba el templo. El tesoro del santuario cayó en sus manos como botín, y el propio Sabino se adueñó de 400 talentos (equivalentes a 2 400 000 denarios de plata; el denario era el jornal de un obrero).
La revuelta, sin embargo, no quedó sofocada. En los alrededores de Séforis, en Galilea, Judas, hijo de Ezequías de Gabala, que se había distinguido por su oposición a la tiranía de Herodes el Grande, sublevó a los galileos, y de ahí se pasó a un levantamiento general de los judíos. Esto provocó la inmediata vuelta de Varo con las dos legiones que aún le quedaban. La ciudad de Séforis fue incendiada y sus habitantes vendidos como esclavos. Se dirigió luego a Jerusalén y sofocó allí la revuelta, haciendo crucificar a unos 2 000 rebeldes.
Tras la deposición de Arquelao y el nombramiento de Coponio como primer procurador estable de Judea (año 6 d. C), Judas el Galileo (Hch 5,37 17-42., Hechos de los Apótoles. Reconocimiento oficial de la comunidad. Hch 5), que había sobrevivido a la anterior revuelta, y el fariseo Sadoc, se opusieron al censo y al pago del tributo al emperador romano.
Para Judas y sus partidarios, pagar el tributo al emperador significaba reconocer su señorío, y esto le parecía traicionar el primer mandamiento de la Ley. El año 6 d. C., aprovechando la peregrinación de la fiesta de la Pascua, organizaron una nueva sublevación popular. La peregrinación había reunido en el templo a miles de judíos de toda Palestina. Estos comenzaron la rebelión contra los romanos, que fue ahogada en sangre, pereciendo en ella el propio Judas.
Tras la muerte de Judas, sus hermanos Simón y Jacob continuaron el movimiento de resistencia, siendo crucificados por su rebeldía en tiempo de Tiberio. Un descendiente de Judás, Menahén, fue quien se apoderó de Masada a comienzos de la revuelta judía del año 66 y quien, hasta que fue asesinado, acaudilló la revolución que estalló en Jerusalén. Un sobrino de éste, Eleazar, dirigió la resistencia final de los combatientes judíos en la fortaleza de Masada. De hecho, fueron los zelotas los que arrastraron al pueblo, y también a los esenios y a muchos fariseos, a la guerra contra los romanos, que causó la ruina de la nación.
Entre los zelotas había un grupo de terroristas, armados de puñales (<<los sicarios>>), que, aprovechando las aglomeraciones de gente en las fiestas religiosas, asesinaban por la espalda a sus enemigos, es decir, a los colaboracionistas con el régimen romano.
Estos nacionalistas se reclutaban entre la clase oprimida; su oposición al censo y al tributo les ganó la simpatía de los campesinos y pequeños propietarios, mientras los terratenientes simpatizaban con el gobierno de Roma. Los zelotas tenían un programa de redistribución de la propiedad y, al principio de la guerra judía (año 66 d. C), destruyeron los registros de los prestamistas para liberar a los pobres del yugo de los ricos.
Aceptaban las instituciones, pero aborrecían a los que ocupaban los cargos, considerándolos unos traidores por colaborar con el poder extranjero. Ideológicamente eran reformistas radicales. El partido era fuerte en Galilea, por lo que los romanos los perseguían a muerte (Lc 13,11-5., Evangelio de Lucas. Enmienda o ruina. Lc 13).
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