Durante su labor en Galilea, los principales adversarios de Jesús fueron los fariseos y sus maestros los letrados (téngase en cuenta que los letrados presentados por los evangelistas pertenecen al grupo fariseo). Estos últimos se oponían a la apertura del reino de Dios a los marginados de cualquier tipo, paganos o judíos (Mc 2,6.15-17), anunciada por Jesús y que él mismo ponía en práctica al admitir a su grupo descreídos y recaudadores (Mc 2,1-13.14.15-17 par.; Mt 8-11).
Son los letrados, y precisamente los llegados ex profeso de Jerusalén para investigar lo que pasaba con aquel profeta provinciano, quien difamaban a Jesús por liberar al pueblo de la ideología que ellos propugnaban; le ponen la etiqueta de <<agente del demonio>>, es decir, de enemigo de Dios, excluido, por tanto, del sistema religioso en el que ellos ejercían su magisterio (Mc 3,22-30 par.).
No pueden tolerar la libertad de Jesús frente a la Ley, instrumento de su dominio sobre el pueblo, y, cada vez que Jesús actúa en favor de los hombres, prescindiendo de lo establecido por la Ley, le salen al paso con sus críticas, insidias y descalificaciones (Mc 2,23-28 par.; Lc 13,10-17; Jn 5, 9-16; 9,13-34). Tampoco soportan que Jesús o sus discípulos ejerzan su libertad saltándose las normas de pureza que ellos con pretexto de fidelidad a la Ley, habían prescrito (Mc 7,1-13 par.; Lc 11,37-38). En estas ocasiones, Jesús denuncia su hipocresía (Mc 7,6-13 par.; Lc 11,39-54), poniendo de relieve cómo su estricta observancia del detalle encubre la avidez de dinero y la injusticia (Mt 23,23-25; cf. Mc 12,38-40). Exponente de este enfrentamiento es la larga invectiva que dirige Jesús a fariseos y letrados en Mt 23 y Lc 11.
La labor de Jesús en Galilea alarma también a la autoridad civil, hasta el punto de que Herodes se propone matarlo (Lc 13,31-33), y sus partidarios, los herodianos, se confabulan con los fariseos para buscar el modo de eliminarlo (Mc 3,6). No es extraño que, ante el peligro que corre por su enfrentamiento con el sistema religioso, sus propios familiares lo tachen de loco e intenten impedir su actividad (Mc 3,21).
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