Los discípulos de Jesús procedentes del judaísmo (<<los Doce>>) conservan la mentalidad jerárquica propia del mundo judío y pretendían erigirse en superiores a los demás (Mc 9,33b-34). Jesús reacciona poniendo al descubierto esta actitud y enunciando el principio de que, en su comunidad <<ser primero>>, es decir, estar más cerca de él, se obtiene únicamente por la renuncia a toda ambición de preeminencia (9,35: <<ser último de todos>>) y por una actitud de servicio a todos los miembros de la comunidad (<<servidor de todos>>). Pone como ejemplo a un seguidor suyo al que Marcos presenta como <<criadito>> (9,36a), resumiendo así en su figura los rasgos de <<último>> y <<servidor>>. Jesús abraza a este seguidor mostrando su identificación con él y su cariño (9,36b).
La ambición de los Doce retoña con motivo de la subida a Jerusalén (Mc 10,32-34). Los Zebedeos piden a Jesús ocupar los primeros puestos en el reino mesiánico, que, según ellos esperaban, iba a ser inaugurado por Jesús en la capital (10,37). La ambición de los dos hermanos provoca la indignación de los otros miembros del grupo (10,41), que, en el fondo, aspiran a lo mismo. Jesús aprovecha la ocasión para echarles en cara que el ideal mesiánico profesado por ellos equivale a cualquier tiranía de las que se ejercen en la humanidad (10,42).
Insiste a continuación en la actitud propia de sus seguidores: para <<ser primero>> hay que ponerse al servicio de todos los miembros de la comunidad (cf. Mt 23,11; Lc 22,24-27); para <<ser grande>> hay que hacerse <<siervo>>, es decir, hay que solidarizarse con los oprimidos de la humanidad entera. Por tanto, siguiendo a Jesús, ningún cristiano ha de exigir servicio dentro de la comunidad, sino prestarlo, y además ha de estar dispuesto a trabajar sin miedo alguno por la liberación de los oprimidos (Mc 10,44s par.).
El sentido del servicio a los hombres se encuentra especificado en el Evangelio de Juan en el relato del lavatorio de pies (Jn 13,2-17). En esa escena, Jesús, <<el Señor>> (13,13s), se hace servidor de sus discípulos: se ata un paño a la cintura, echa agua en un barreño y se pone a lavarles y secarles los pies (13,4s). Al situarse como servidor, da a los suyos categoría de <<señores>>, término que, en el Evangelio de Juan, no designa al que tiene otros a su servicio (15,15), sino al hombre libre que no está sujeto a nadie. El servicio de Jesús consiste, por tanto, en dar a los hombres dignidad y libertad, llevándolos a una condición semejante a la suya. Esta, además, es la misión que él da a sus discípulos (13,14s). El servicio de los cristianos a la humanidad no ha de consistir, pues, en una beneficencia ejercida desde arriba, humillante para el hombre, sino, renunciando a toda clase de dominio y superioridad, en, desde abajo, ir ayudando a los hombres a alcanzar su plena dignidad, su estatura humana.
Este servicio no disminuye la dignidad del que lo presta. Jesús, al realizarlo, no pierde en ningún momento su condición de <<Señor>> (13,13s). En la sociedad, el servicio es interesado o humillante y, por eso, rebaja al hombre; en cambio, el de Jesús y los suyos es un servicio por amor, una entrega libre de la propia vida, que desarrolla y hace crecer a la persona.
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