lunes, 12 de agosto de 2019

CAP VII. LA MISIÓN DE LA COMUNIDAD. 7 Diversos enfoques de la misión.

La diferente concepción teológica de la comunidad cristiana en Marcos, Mateo, Lucas y Juan muestra diversidad de enfoques respecto a la misión. Determinar la concepción de cada evangelista puede ayudar a reflexionar sobre el enfoque de la misión en nuestros días.

Para Marcos, la comunidad cristiana está constituida por dos grupos bien diferenciados: 1) los que provienen de la tradición religioso-política de Israel, a los que llama <<discípulos>> (cf. Is 54,13), y que, en cuanto constituyen el Israel mesiánico, están representados por <<los Doce>>, y 2) los que no provienen de esa tradición, sean judíos de raza o pertenezcan a otros pueblos. A estos seguidores de Jesús, Marcos no los llama discípulos, y como no tienen rasgos tradicionales comunes, no reciben un nombre determinado. Se les designa como <<los que estaban en torno a él>> (Mc 4,10), o, en ciertos contextos, como <<multitud>> (3,32; 5,24b; 7,14; 9,25).

A esta distinción de dos grupos dentro de la comunidad corresponde una de las formulaciones de los primeros siglos cristianos que distinguía entre Ecclesia ex circumcisione (la Iglesia que procede de la circuncisión, es decir, del judaísmo) y Ecclesia ex gentibus (la que procede de los paganos).

Pero lo más interesante es que Marcos, como consecuencia de la distinción que ha hecho, distingue también dos manera de hablar de Jesús. Cuando su auditorio está compuesto de judíos, sean o no discípulos, usa categoría judías, para ellos fácilmente inteligibles; les habla así del Mesías (9,41; 12,35; 13,21), de la resurrección (8,31; 9,9s.31; 10,34; 12,23.25), del bautismo (10,38s; 11,30), de la alianza (14,24) o cita explícitamente textos del Antiguo Testamento (2,25; 7,6; 12,10.29-31.36). En cambio, cuando se dirige a los dos grupos juntos, omite los términos pertenecientes a la tradición judía y emplea otros, comunes a cualquier cultura, como <<el Hombre / el Hijo del hombre>> (8,38), <<poner a salvo la vida>> (8,35), <<seguirlo>> (8,34). En una ocasión, en 4,12, usa ante ambos grupos un texto de Isaías (Is 6,9s), pero sin citar su origen; el texto, por otra parte, no tiene un contenido específicamente judíos, es inteligible en cualquier contexto cultural.

En el episodio de Mc 7,1-15, cuando Jesús discute con letrados y fariseos sobre usanzas tocantes a la pureza legal (7,1-13), están presentes únicamente los discípulos; sólo una vez terminada la discusión convoca Jesús a <<la multitud>> (7,14), es decir, a sus otros seguidores, para, juntamente con los discípulos, escuchen el principio que determina lo puro y lo impuro para la humanidad entera (7,15: <<Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; no, lo que sale de dentro es lo que mancha al hombre>>). Las prácticas judías, que crean problema con el grupo de discípulos, no interesan a los seguidores que no pertenecen a Israel. Desde el punto de vista religioso-cultural Jesús mantiene independientes a los dos grupos.

Tampoco se hallan presenten los no israelitas cuando Jesús pregunta a sus discípulos sobre su propia identidad. La sociedad judía identificaba a Jesús con personajes de su tradición (Mc 8,28: Juan Bautista, Elías, uno de los profetas). El mismo Pedro, en su declaración (8,29), lo define como <<el Mesías>>, término perteneciente al legado ideológico de Israel. La ausencia en esta escena del grupo no israelita muestra su independencia respecto al pasado de Israel y al grupo de <<los discípulos>>.

Lo mismo sucede cuando Jesús predice el destino del Hombre y Pedro manifiesta su oposición a tal programa (8,31-33). El grupo no israelita está ausente, pero, de nuevo bajo la designación <<la multitud>>, es convocado juntamente con los discípulos, para escuchar las condiciones del seguimiento comunes a todos (8,34: <<Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga>>).

Es decir, para Marcos, los cristianos que proceden del paganismo no tienen que insertarse en la cultura religiosa judía. El punto de partida para la predicación de la buena noticia en el mundo entero (14,9) es la persona de Jesús, empleando para exponer su doctrina y actividad términos pertenecientes a las diversas culturas, sin particular referencia a la judía.

Lucas, por su parte está muy cerca de Marcos. Como él, distingue en la comunidad cristiana dos grupos, representados en el evangelio por <<los Doce>> (6,13), los que proceden del judaísmo, y <<los Setenta>> (10,1), que no proceden de él (<<setenta>> era, según se creía, el número de las naciones del mundo). A diferencia de Marcos, Lucas aplica la denominación <<discípulos>> a los miembros de los dos grupos (6,13: <<Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos [de cualquier procedencia], eligió a doce de ellos [representación de los de procedencia israelita]...).

En los Hechos, segunda parte de su obra, también pone Lucas en paralelo dos grupos, el de los Doce (Hch 6,2) y el de los Siete (Hch 6,3-5). En consonancia con la llamada universal a la humanidad sin pasar por Israel, la genealogía que inserta Lucas y que la gente atribuye a Jesús (Lc 3,23-28: <<se pensaba que era hijo de José, etc.>>) llega hasta el primer hombre, Adán, y hasta Dios que lo creó. De hecho, para Lucas, Jesús Mesías no es el principio del nuevo Israel, sino el nuevo Adán, que da comienzo a la humanidad nueva. Por eso la misión será un testimonio sobre la persona de Jesús (Hch 1,8: <<Seréis testigos míos>>).

Mateo, por el contrario, hace de la comunidad cristiana un solo grupo, el nuevo Israel. La ve como el cumplimiento de las promesas hechas a Abrahán de que sería padre de muchos pueblos, de que con su nombre se bendecirían todas las naciones de la tierra, y de que su descendencia sería innumerable como las estrellas del cielo y la arena del mar (Gn 17,4s; 18,18; 22,17s). Para Mateo, el Israel definitivo estaría formado, por tanto, por hombres de todas las naciones, que, a través del Mesías Jesús, constituirían la descendencia de Abrahán. Según esta concepción, la comunidad hereda el patrimonio religioso de Israel y puede expresar su fe usando categorías o un vocabulario tomado del Antiguo Testamento. De ahí la abundancia de citas bíblicas en Mateo.

La diferencia de concepción entre Marcos y Lucas por una parte y Mateo por otra es bien visible en el nombre atribuido al recaudador que Jesús llama a seguirlo. En Marcos y Lucas recibe el nombre de Leví (Mc 2,14: Lc 5,27); en Mateo, el de Mateo (Mt 9,9). De esto modo, en Marcos y Lucas, Leví, primer representante de los excluidos de la institución judía, no aparece en la lista de los Doce, expresión del nuevo Israel (Mc 3,16-19; Lc 6,14-16), sino que preludia la formación del grupo de seguidores no israelitas. En Mateo, en cambio, para quien todos los seguidores, israelitas o no, forman el nuevo Israel, el recaudador Mateo figura en la lista de los Doce (Mt 10,3).

Por eso también puede usar Mateo la expresión <<sus doce discípulos>> (10,1: <<Y llamando a sus doce discípulos>>; 11,1: <<Cuando terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos>>); no quiere decir con ella que el número de discípulos de Jesús se limitase a doce, sino que todos los discípulos están incluidos en la cifra simbólica <<doce>>, que, aludiendo a las antiguas doce tribus, denota el nuevo Israel.

Paralelamente, en la escena final del evangelio (Mt 28,16ss) aparecen los Once discípulos (el Israel mesiánico, incompleto por la defección del Israel histórico), a quienes se confía la misión universal (28,19: <<haced discípulos de todas las naciones>>).

Para Juan, finalmente, que no propone la lista de los Doce, este número representa a la comunidad cristiana en cuanto heredera de un pasado; serán, en cambio, siete discípulos (21,2) los que emprendan la misión universal (la pesca).

Como puede apreciarse, cada evangelista ve la Iglesia o comunidad cristiana de un modo diferente, según el ambiente en que escribe y la experiencia de su propia comunidad. Puede pensarse que la concepción de Mateo responde a una situación de acoso por parte de grupos judíos que acusaban a la comunidad de Mateo, muchos de cuyos miembros procedían del judaísmo, de haber traicionado la causa de Israel y el plan de Dios al admitir paganos y ponerse en pie de igualdad con ellos.

En nuestro tiempo, las comunidades cristianas se encuentran en contacto con una sociedad muy plural. Por una parte, muchos de sus miembros proceden de un cristianismo sociológico y están acostumbrados al lenguaje y categorías religiosas. Por otra parte, sin embargo, existe una gran cantidad de gente, especialmente joven, que no ha tenido formación religiosa. Son los neopaganos.

Las comunidades tienen que preguntarse si con estos últimos han de adoptar la concepción de Mateo y exponer el mensaje en las categorías y con el vocabulario religioso tradicionales, fundamentando además el hecho de Jesús en la historia de Israel, o bien, como Marcos, comenzar con Jesús y utilizar para exponer su mensaje un lenguaje más actual; solamente en cuanto lo exija la comprensión de ciertos hechos habría que recurrir a la antigua tradición judía.

También Lucas, que enfoca la figura de Jesús como el iniciador de una humanidad nueva, deja en la sombra la prehistoria del cristianismo. De hecho, hasta que la comunidad no se independiza de sus raíces judías, no viene considerada como <<cristiana>> (Hch 11,26: <<Fue en Antioquía [capital pagana] donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos>>).

El problema actual recuerda el de la comunidad primitiva. Los creyentes de Jerusalén, fanáticos de la religión judía, exigían que los paganos que deseaban ser cristianos tuvieran que someterse como paso previo a los ritos judíos y a la ley de Moisés (Hch 11,2, reproche a Pedro; 15,5; 21,20s).

Cuando Pedro, finalmente, alcanza su liberación, saliendo de la prisión y abandonando la expectación nacionalista judía (12,5-11), no vuelve a la comunidad oficial, la de Santiago, de tendencia farisea, sino a la de Juan Marcos, la que es fiel al evangelio (12,12-17). Fue el mismo Pedro quien en el concilio de Jerusalén, defendió con toda claridad la igualdad de los creyentes procedentes del paganismo, excluyendo que tuvieran que someterse a la ley judía (Hch 15,9-10: <<[Dios] no ha hecho distinción alguna entre ellos [los paganos] y nosotros [los judíos]... ¿Por qué, entonces, provocáis a Dios ahora imponiendo a esos discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos tenido fuerza para soportar?>>).

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