lunes, 12 de agosto de 2019

CAP VII. LA MISIÓN DE LA COMUNIDAD. 4 Actividad de los cristianos.

La actividad propia de la comunidad cristiana está expresada por el evangelista Juan en la frase de Jesús: <<Nosotros tenemos que trabajar realizando las obras del que me envió>> (Jn 9,4). Las obras del Padre consisten en hacer conocer a los hombres la libertad y dignidad a las que Dios los llama y en comunicarles vida. Así lo expone Juan en la curación del ciego de nacimiento (9,1-38).

El ciego es figura de los que no han vivido en tal opresión que nunca han podido saber (ciego de nacimiento) lo que significa ser persona humana. Jesús le pone ante los ojos el proyecto de Dios sobre el hombre, significado por el evangelista con el barro (alusión a la creación del primer hombre) formado con la saliva (fuerza / Espíritu) de Jesús, modelo de hombre (Jn 9,6). Cuando el ciego acepta hacer suyo ese ideal, expresado en el texto por ir a lavarse en la piscina de Siloé, obtiene su integridad humana (9,7: <<volvió con vista>>). Ha visto la luz, es decir, ha conocido la dignidad que corresponde al hombre y, con esa experiencia, es capaz de enfrentarse con los que quieren volver a someterlo.

Un modo parecido de describir la actividad del grupo cristiano, propuesto por Mateo, es el de ser <<luz del mundo>> (Mt 5,14-16), es decir, hacer visible en el mundo la luz / amor que viene de Dios. En otras palabras: significa dar a conocer a los hombres el verdadero rostro de Dios, el de Padre dador de vida, a través de las obras que manifiestan su amor. El modo de obrar de los seguidores de Jesús libera así a los hombres de los falsos conceptos de Dios y les muestra al mismo tiempo la dignidad plena del hombre: la de ser <<hijo de Dios>>.

Pero la actividad no ha de limitarse a sacar a los hombres de su situación de opresión y muerte, comporta además el ofrecimiento de una alternativa de vida que les permita encontrar el camino de su desarrollo (Mc 2,10-12).

Por eso también se formula la misión como el trabajo por la justicia del Reino (Mt 6,33 par.), que tiene dos sentidos inseparables, el de fidelidad a Dios y el de fidelidad al hombre: se es fiel a Dios procurando que haya verdadera justicia entre los hombres y, para ello, esforzándose por desterrar toda injusticia.

En la parábola de la levadura (Mt 13,33 par.) se presenta a la comunidad como un fermento que, insertado en el mundo (<<la masa>>), va contribuyendo al cambio de valores y, de este modo, a la maduración de la humanidad. Su labor en ella se hace desde dentro y en forma no aparatosa; consiste en ir colaborando al crecimiento de los hombres, abriéndoles el horizonte de su propia plenitud.

La alternativa está expresada en la parábola del grano de mostaza (Mc 4,30-32 par.), figura de la comunidad cristiana, que, a pesar de su aparente insignificancia, en la medida de su crecimiento irá ofreciendo a los hombres (los pájaros) un ámbito apto para su desarrollo (que acampan en sus ramas).

En las bienaventuranzas, Mateo formula la labor de la comunidad cristiana como <<el trabajo por la paz>> (Mt 5,9). <<Trabajar por la paz>> significa ir creando las condiciones para una sociedad armónica donde la hostilidad, la opresión, la violencia y la rivalidad sean sustituidas por el entendimiento, la libertad, la justicia, la solidaridad y la hermandad. Se trata, pues, de comprometerse en la transformación del mundo para procurar la felicidad de los hombres. A los que asumen esta tarea <<Dios los llamará hijos suyos>>, es decir, semejantes a él por ejercer su misma actividad (Mt 5,9).

El objetivo de la misión se expresa también con la metáfora <<ser pescadores de hombres>> (Mc 1,17 par.). La comunidad ha de procurar atraer a hombres de toda raza y condición al modo de vida propuesto por Jesús.

No puede determinarse con más detalle la actividad de la comunidad cristiana. En los evangelios, Jesús ejerce su actividad solamente como dador de vida, abarcando los dos aspectos mencionados antes: quitar los obstáculos que impiden la plenitud humana y comunidad la vida / Espíritu. Se marca así la pauta para la actividad de los seguidores de Jesús. Sin embargo, qué es lo que hay que hacer en cada época, lugar y circunstancia para impulsar estos dos aspectos de la labor no está especificado en los evangelios, ni por el ejemplo de Jesús ni por su enseñanza. Cada comunidad cristiana y cada cristiano en particular, en contacto con la historia e impulsados por el Espíritu que los anima, tendrán que decidir cuál debe ser su línea de acción para contribuir a la obra del cambio y a que vaya surgiendo una humanidad nueva (Mc 13,33: <<dio a los siervos [a sus seguidores, que se ponen al servicio de la humanidad ] su autoridad [su Espíritu] - a cada uno su tarea>>).

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