viernes, 9 de agosto de 2019

CAP V. EL CONFLICTO. 5 La resurrección.


Aparentemente, la vida y actividad de Jesús habían terminado en el más rotundo fracaso. Pero su muerte no fue la última palabra, su vida continuó.

Este hecho se formula en los escritos del NT de tres maneras distintas. En primer lugar, como que Jesús <<sigue vivo>> (Lc 24,5); en segundo lugar, como que <<ha resucitado>> (Mc 16,6 par.; Lc 24,34; Hch 10,41; 17,3; 1 Cor 15,4.12s; 1 Tes 4,14, etc.), y, finalmente, como que <<ha sido exaltado>>, o su equivalente, <<está a la derecha de Dios>> (Hch 2,33; 5,31; 7,55; Rom 8,34; Flp 2,9; Heb 1,3; 10,12, etc.). Las tres formulaciones son maneras distintas, pero complementarias, de expresar una misma experiencia, la de que Jesús ha vencido la muerte.

La primera formulación, la de que Jesús <<sigue vivo>>, pone el acento en que la muerte física no interrumpe la vida personal. Según la teología de Juan, esto se explica porque quien posee el Espíritu de Dios, que es la fuerza de vida de Dios mismo, goza de una vida que no puede ser destruida por la muerte. Por eso Juan señala el momento de la muerte de Jesús con la expresión <<reclinó su cabeza>>, que asimila la muerte al sueño (Jn 19,30), indicando que esa muerte, aunque real, no interrumpía la vida.

La formulación <<resucitar de la muerte>> describe lo sucedido con Jesús desde el punto de vista de un observador que ha visto a Jesús tendido y exánime, y más tarde lo ve vivo, como si se hubiera levantado de su estado anterior. Este <<resucitar>> puede considerarse obra de Dios (Hch 2,24; 3,15; 4,10, etc.; <<Dios lo resucitó / lo levantó de la muerte>>) o atribuirse a Jesús mismo (Mc 8,31; 9,31; 10,34 par.; Hch 17,3: <<y a los tres días resucitará / se levantará>>). En el primer caso tiene un sentido polémico: cuando parecía que Dios había abandonado a Jesús, y que el sistema judío tenía razón en condenarlo, Dios reivindica a Jesús dándole nueva vida. En el segundo caso, vuelve a aparecer la idea anterior: Jesús mismo, por poseer el Espíritu de Dios, puede por sí solo levantarse de la muerte.

Finalmente, la formulación <<ser exaltado>> o >>estar a la derecha de Dios>> subraya la condición divina de Jesús y la gloria de su nuevo estado después de la muerte. Los evangelios sinópticos describen el estado glorioso del resucitado en la escena de la transfiguración (Mc 9,2-10 par.).

Los cuatro evangelistas describen la visita de seguidores de Jesús (mujeres o discípulos) al sepulcro donde lo habían puesto, y todos lo encuentran vacío (Mc 16,1s par.). El hecho podía interpretarse como que el cuerpo había sido robado (Jn 20,2.13), quizá por los mismos discípulos (Mt 28,13). Los primeros visitantes (María Magdalena, el grupo de mujeres, Pedro) no sacan la conclusión de que Jesús había resucitado. Solamente la explicación dada por alguna figura celeste (jóven, ángel, dos hombres, Jesús mismo) hace comprender que el sepulcro es figura del reino de la muerte y que Jesús, por estar vivo, no puede encontrarse allí. La función de estos relatos sobre el sepulcro vacío es subrayar la dificultad que experimentaron los discípulos en aceptar la posibilidad de vida después de la muerte. No pretenden ser una prueba histórica de la resurrección de Jesús, sirven para anunciar el triunfo del crucificado sobre la muerte.

En Mateo, Lucas y Juan se describen apariciones de Jesús a los suyos después de la muerte (Mt 28,9s.16-20; Lc 24,13-49; Jn 20,11-21.23). Son formas de expresar la experiencia de la comunidad cristiana de que Jesús seguía vivo y activo. Las descripciones de Lucas y Juan señalan de diversas maneras la identidad del resucitado con el crucificado; por eso Jesús se presenta con las señales de su pasión. Lucas insiste también en que esa realidad de Jesús vivo después de la muerte no es un producto de la imaginación de los discípulos; por eso describe la realidad del resucitado con términos pertenecientes a la vida física (tener carne y huesos, comer).

En Mateo (28,16-20) se relata una sola aparición al grupo de discípulos, en un monte de Galilea. Tiene por objeto enviarlos a la misión, continuando la obra de Jesús, pero con ámbito universal. También Lucas y Juan relacionan el encuentro con el resucitado con la misión que se recibe de él. Implícitamente, la idea aparece también en Marcos, en la invitación a los discípulos de ir a Galilea para encontrarse con Jesús (Mc 16,7).

Los relatos de las apariciones utilizan numerosos símbolos. Por ejemplo:

- El día primero de la semana (Jn 20,19) alude a la primera creación, y es símbolo de la nueva, del mundo definitivo que empieza con la resurrección de Jesús.

- El huerto / jardín (Jn 21,11-18) alude al paraíso original y muestra el principio de la nueva humanidad, al nuevo Adán, Jesús, y a la nueva Eva, María Magdalena, figura de la comunidad cristiana.

- Las puertas atrancadas simbolizan la situación en que se encuentra la comunidad; la primera vez que se mencionan se da como razón el miedo a los dirigentes judíos (Jn 21,19), mostrando la hostilidad de la sociedad hacia ella; la segunda vez (Jn 21,26) señalan la separación entre la comunidad y <<el mundo>> injusto.

- Jesús muestra las señales de la crucifixión (Lc 24,40; Jn 20,27). La función de este símbolo es identificar al resucitado con el crucificado y mostrar la permanencia del amor demostrado en la cruz.

- En Mateo, el monte donde se aparece Jesús (Mt 28,16) simboliza la esfera divina en contacto con la historia humana. Corresponde al lugar teológico donde está Jesús tras su resurrección, desde donde colabora en la tarea de la transformación de la humanidad.

La abundancia y variedad de símbolos indica que estos relatos no deben ser tomados literalmente, sino interpretados como formulaciones de una experiencia: la de Jesús vivo y activo para siempre en medio de su comunidad.

La vida de Jesús después de la muerte no es privilegio exclusivo suyo, es el destino que aguarda a todos los que poseen su Espíritu, los que, como él y con él, dedican su vida al bien de la humanidad (Jn 11,25s; 1 Cor 15,20-22).

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