Jesús no es un teórico de la utopía humana. Como se vio en el capítulo II, su misión es abrir a la humanidad la posibilidad de una sociedad alternativa (<<el reino de Dios>>). Esta sociedad, sin embargo, no puede constituirse forzando la libertad, sino por libre opción de los hombres. Tampoco hay que aguardar a que se den todas las condiciones objetivas para comenzarla. Jesús espera de los suyos que formen sin dilación un grupo humano que haga patentes en el mundo las relaciones propias de la nueva sociedad. De este modo, según la intención de Jesús, su comunidad debe ser el germen de una humanidad nueva.
Numerosos son los pasajes evangélicos que directa o indirectamente tratan de la comunidad de Jesús; en ellos se describen las actitudes que hacen posibles las nuevas relaciones humanas, los obstáculos dentro de la comunidad, la relación de ésta con Jesús y con el Padre, y su misión en el mundo que la rodea. Sorprendentemente, no se encontrará en estos pasajes que Jesús determine la estructura de su comunidad ni que le diseñe un plan de futuro. Las principales características de la comunidad cristiana que se deducen de los evangelios son las siguientes:
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