En el desierto, figura de la sociedad judía donde va a desplegar su actividad, aparece Jesús tentado continuamente por Satanás. Es la tentación del poder, que lo acompañará a lo largo de su vida pública y que tendrá su clímax en la propuesta de Pedro (8,32s). Por otra parte, Marcos describe la situación de Jesús diciendo que <<estaba entre las fieras>> (Mc 1,13), indicando con ello los enemigos mortales que lo rodeaban y que acabaron quitándole la vida. De hecho, Jesús fue llevando a cabo su labor en medio de una constante y despiadada oposición.
Como en el caso de Jesús, para la comunidad las tentaciones principales son la de riqueza y poder, a las que se ven sujetos o sucumben los discípulos en el evangelio (Mc 8,32s.36; 9,33-37; 10,23-31.35-45).
El segundo obstáculo a la misión es la persecución. Para Jesús, sin embargo, tiene un aspecto favorable (Mt 5,10: <<Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, pues éstos tiene a Dios por Rey>>). Aunque constituya un obstáculo a la actividad, muestra la autenticidad de la praxis y del mensaje de la comunidad, y, en consecuencia, ésta percibe claramente la solicitud del Padre.
Ante todo, los cristianos no deben desanimarse si son perseguidos; al contrario, deben alegrarse (Mt 5,12: <<Estad alegres y contentos, que grande es la recompensa que Dios os da>>). Por otro lado, no se puede esperar una reacción diferente de la sociedad injusta ante un mensaje que socava sus cimientos (Mt 5,12: <<lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido>>).
El esfuerzo por propagar el mensaje a pesar de la oposición que suscita, es decir, la labor para contribuir a cualquier precio a la maduración de la humanidad, va produciendo en los cristianos mismos la maduración del amor y la capacidad de entrega, hasta llegar a su plenitud (Mc 13,13: <<El que resista hasta el fin, ése se salvará>>).
El cristiano no debe acobardarse ni estar preocupado de antemano por lo que pueda suceder, pues la ayuda del Espíritu será palpable en el momento de la prueba (Mc 13,11). La convicción de que la vida que posee es indestructible le hará perder el miedo a las consecuencias de la persecución (Mt 10,28: <<Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida>>). Lo mismo se expresa en los avisos de Jesús sobre el seguimiento (Mc 8,35 par.: <<el que quiera poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo>>).
Como en el caso de Jesús, los agentes de la persecución son los poderes, lo mismo los religiosos que los civiles (Mc 13,9: <<Os entregarán a consejos judíos y os apalearán en sinagogas, y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por causa mía>>). El Evangelio de Juan insiste sobre la persecución por parte de los poderes religiosos (Jn 16,2: <<Os excluirán de la sinagoga; es más, se acerca la hora en que todo el que os dé muerte se figure que ofrece culto a Dios>>).
El fracaso de la comunidad cristiana podrá deberse a haber cedido a alguna de las tentaciones que desvirtúan su misión, en particular a la del poder, o bien a haberse acobardado por la persecución, replegándose sobre sí misma y renunciando a la tarea que le es propia.
Existen también otras dificultades que pueden poner en peligro la vida cristiana del individuo o de la comunidad, o impedir su misión. En Mateo y Lucas, el fundamento del éxito existencial del individuo se pone en la práctica del mensaje de Jesús. Así lo expresa la parábola final del sermón del monte (Mt 7,24-27; Lc 6,47-49). En ella, <<la casa>> es figura del individuo; la solidez y el desarrollo de su persona está ligado a la práctica del mensaje (<<la roca>>). No basta una adhesión intelectual a éste, hay que hacerlo propio para que él inspire la conducta. Tampoco basta una piedad que prescinde de la acción (Mt 7,21: <<No basta decirme: ¡Señor, Señor!, para entrar en el reino de Dios; no, hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo>>; cf. Lc 6,46).
Paralelamente, para la comunidad, Mateo pone como <<roca>> sobre la que se funda y cuya solidez garantiza su permanencia la adhesión de sus miembros a Jesús, Mesías, Hijo de Dios vivo (dador de vida) (Mt 16,18). Sobre esta base se irá construyendo la nueva sociedad, en la que cada uno entra como <<piedra>> o sillar de su estructura.
Otro peligro es la falta de compromiso, expresado en los sinópticos como <<dormirse>> (Mc 13,35s: <<Por tanto, manteneos despiertos,... no sea que, al llegar de improviso, os encuentre dormidos>>; cf. 14,34: <<Quedaos aquí y manteneos despiertos>>). Es la falta de compromiso la que echa a perder la comunidad (Mt 13,25: <<mientras todos dormían llegó su enemigo, sembró cizaña en el trigo y se marchó>>). En la parábola de los talentos (Mt 25,14-30) la misma deficiencia se expresa como falta de responsabilidad; hay que producir, llevando a la práctica el mensaje en sí mismo y propagándolo en la misión.
El influjo de las ideologías contrarias al evangelio puede causar división en la comunidad. Tal es el problema que aparece continuamente en el Evangelio de Marcos y, en términos equivalentes, en los otros dos sinópticos, entre el grupo de discípulos procedentes del judaísmo (<<los Doce>>) y otros seguidores de Jesús no condicionados por la mentalidad político-religiosa judía.
Son estos últimos los que siguen de verdad a Jesús, mientras los primeros siguen manteniendo las ideas nacionalistas, que impiden la misión universal. Así se refleja en Mc 10,47, donde el ciego representa a los discípulos; su grito, <<Hijo de David, Jesús>>, pone por delante el apelativo que cifra sus esperanzas nacionalistas; en Mc 13,1: <<Maestro, ¡mira qué sillares y qué edificios!>>, la admiración del discípulos por el esplendor del templo expresa su orgullo nacionalista; en Lc 9,51-53 fracasa el acercamiento a los samaritanos por el modo, de tinte nacionalista, como los enviados proponen la intención de Jesús de subir a Jerusalén (9,53: <<porque había resuelto ir a Jerusalén>>, omitiendo la finalidad de la subida, cf. 9,51: <<para encararse con Jerusalén>>).
Los discípulos, debido a su mentalidad judía, manifiestan también ambición de poder, que los divide entre ellos (Mc 9,34; 10,37). Los otros seguidores, representados en el Evangelio de Marcos por diversas figuras, entre ellas <<el chiquillo>> o <<criadito>> (Mc 9,36s; 10,13-16 par.), son los que se hacen <<últimos de todos y servidores de todos>> (Mc 9,35), es decir, los que renuncian a toda ambición y privilegio (Mc 8,34 par.: <<Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo>>). En Lc 10,1, Jesús, ante el fracaso de los Doce, crea el grupo misionero de los Setenta, que no proceden del judaísmo y que tienen éxito en su labor (Lc 10,17-20).
El contraste entre los dos grupos llega a su extremo al oponer los evangelistas dos figuras, la de Simón Pedro, representante del primer grupo, que acaba renegando de Jesús (Mc 14,66-72 par.), y la de Simón Cirineo, nacido en el extranjero, representante del segundo grupo, que carga con la cruz (Mc 15,21 par.), según la condición del seguimiento (Mc 8,34 par.; <<Si uno quiere venirse conmigo,... que cargue con su cruz>>).
Mateo insiste sobre otro peligro interno a la comunidad, el de los profetas falsos, <<los que se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces>> (Mt 7,15), es decir, la de aquellos que con suaves maneras proponen, como venidas de Dios, doctrinas opuestas al mensaje de Jesús, que quitan vida y destruyen la unidad. La comunidad debe estar vigilante para no dejarse engañar. El criterio para distinguir lo verdadero de lo falso son los efectos de vida o muerte producidos por la doctrina que pretenden comunicar (Mt 7,20: <<por sus frutos los conoceréis>>).
Paralelamente, para la comunidad, Mateo pone como <<roca>> sobre la que se funda y cuya solidez garantiza su permanencia la adhesión de sus miembros a Jesús, Mesías, Hijo de Dios vivo (dador de vida) (Mt 16,18). Sobre esta base se irá construyendo la nueva sociedad, en la que cada uno entra como <<piedra>> o sillar de su estructura.
Otro peligro es la falta de compromiso, expresado en los sinópticos como <<dormirse>> (Mc 13,35s: <<Por tanto, manteneos despiertos,... no sea que, al llegar de improviso, os encuentre dormidos>>; cf. 14,34: <<Quedaos aquí y manteneos despiertos>>). Es la falta de compromiso la que echa a perder la comunidad (Mt 13,25: <<mientras todos dormían llegó su enemigo, sembró cizaña en el trigo y se marchó>>). En la parábola de los talentos (Mt 25,14-30) la misma deficiencia se expresa como falta de responsabilidad; hay que producir, llevando a la práctica el mensaje en sí mismo y propagándolo en la misión.
El influjo de las ideologías contrarias al evangelio puede causar división en la comunidad. Tal es el problema que aparece continuamente en el Evangelio de Marcos y, en términos equivalentes, en los otros dos sinópticos, entre el grupo de discípulos procedentes del judaísmo (<<los Doce>>) y otros seguidores de Jesús no condicionados por la mentalidad político-religiosa judía.
Son estos últimos los que siguen de verdad a Jesús, mientras los primeros siguen manteniendo las ideas nacionalistas, que impiden la misión universal. Así se refleja en Mc 10,47, donde el ciego representa a los discípulos; su grito, <<Hijo de David, Jesús>>, pone por delante el apelativo que cifra sus esperanzas nacionalistas; en Mc 13,1: <<Maestro, ¡mira qué sillares y qué edificios!>>, la admiración del discípulos por el esplendor del templo expresa su orgullo nacionalista; en Lc 9,51-53 fracasa el acercamiento a los samaritanos por el modo, de tinte nacionalista, como los enviados proponen la intención de Jesús de subir a Jerusalén (9,53: <<porque había resuelto ir a Jerusalén>>, omitiendo la finalidad de la subida, cf. 9,51: <<para encararse con Jerusalén>>).
Los discípulos, debido a su mentalidad judía, manifiestan también ambición de poder, que los divide entre ellos (Mc 9,34; 10,37). Los otros seguidores, representados en el Evangelio de Marcos por diversas figuras, entre ellas <<el chiquillo>> o <<criadito>> (Mc 9,36s; 10,13-16 par.), son los que se hacen <<últimos de todos y servidores de todos>> (Mc 9,35), es decir, los que renuncian a toda ambición y privilegio (Mc 8,34 par.: <<Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo>>). En Lc 10,1, Jesús, ante el fracaso de los Doce, crea el grupo misionero de los Setenta, que no proceden del judaísmo y que tienen éxito en su labor (Lc 10,17-20).
El contraste entre los dos grupos llega a su extremo al oponer los evangelistas dos figuras, la de Simón Pedro, representante del primer grupo, que acaba renegando de Jesús (Mc 14,66-72 par.), y la de Simón Cirineo, nacido en el extranjero, representante del segundo grupo, que carga con la cruz (Mc 15,21 par.), según la condición del seguimiento (Mc 8,34 par.; <<Si uno quiere venirse conmigo,... que cargue con su cruz>>).
Mateo insiste sobre otro peligro interno a la comunidad, el de los profetas falsos, <<los que se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces>> (Mt 7,15), es decir, la de aquellos que con suaves maneras proponen, como venidas de Dios, doctrinas opuestas al mensaje de Jesús, que quitan vida y destruyen la unidad. La comunidad debe estar vigilante para no dejarse engañar. El criterio para distinguir lo verdadero de lo falso son los efectos de vida o muerte producidos por la doctrina que pretenden comunicar (Mt 7,20: <<por sus frutos los conoceréis>>).
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